Nacido en Brasil y de padre francés, Alberto Santos Dumont (1873-1932) fue uno de los pioneros de la aviación mundial. Diseñador incansable, se negó siempre a patentar sus inventos. A poco más de cien años del histórico primer vuelo de su modelo 14-bis en París, la historia de este inventor que no pudo aceptar el uso de los aviones para la guerra.
Santos Dumont sabía que la aviación iba a cambiar al mundo y enfrentó toda clase de peligros para mejorar los artefactos voladores del 1900. En el París de los primeros años del siglo XX fueron famosos los vuelos y accidentes de este brasileño diseñador, piloto y constructor de sus propios aviones. Hace más de un siglo, una de sus aventuras por el aire cambió definitivamente la historia.
El vuelo del 14-bis
Tuvo que esperar hasta el cuarto intento de esa tarde de noviembre de 1906, en el campo Bagatelle de las afueras de París, para que su avión 14-bis lograra despegar tres metros del suelo y aterrizara al otro lado del parque. La multitud reunida aplaudió la hazaña y el Aeroclub de Francia le dio el premio de 1500 francos, establecido para quien lograra volar más de cien metros.
El suyo no fue el primer vuelo en avión. En aquellos años ya se habían logrado algunos otros con distintos modelos de planeadores, pero el de Santos Dumont fue un avance importante: nunca antes los especialistas habían podido certificar que un avión a motor, más pesado que el aire, despegara del suelo sin la ayuda del viento, de largas barrancas ni de catapultas. El 12 de noviembre de 1906, el brasileño logró que su hazaña fuera reconocida oficialmente.
Pero la historia ya se había empezado a escribir veinte días antes, cuando el 23 de octubre el 14-bis (que para el vuelo de noviembre fue mejorado con alerones en sus dos alas) voló en público sus primeros 60 metros y conquistó así el premio que ofrecía el francés Ernest Archdeacon al “primer aviador que consiguiese volar una distancia de 25 metros”. Esa fecha sería recordada como el simbólico día del nacimiento del avión tal como todos lo conocemos hoy.
Loco por las alturas
Sus primeros años transcurrieron en Minas Gerais, Brasil, en un poblado que entonces se llamaba Palmira y hoy lleva el nombre de su prócer: Santos Dumont. De padre francés y madre brasileña, desde muy joven investigó las máquinas de la hacienda cafetera de su padre y las locomotoras que se usaban para sacar la producción.
Más tarde empezó a interesarse por los globos aerostáticos y, alentado por su padre, viajó a París, donde encargó la construcción del suyo propio. De ahí en más, diseñó y construyó él mismo varios modelos a los que bautizó con números. Los globos diseñados por él eran más pequeños que lo usual y llevaban motores a combustión. Por este detalle Santos Dumont fue tildado de loco: los gases que usaba para elevarlos eran muy inflamables.
En el París de aquellos años se acostumbraron a verlo volar mientras probaba sus naves y hasta empezó a circular la leyenda de que Dumont iba por aire cuando quería visitar a algún amigo o simplemente ir a tomarse una copa en un bar.
En 1907 creó su modelo más famoso: el Número 19, conocido como Demoiselle, hecho con cañas de bambú y seda. La publicación de sus planos fue muy difundida en la época y hoy es considerado el primer avión producido en serie. El Demoiselle fue también fundamental para la historia de la aviación, ya que muchos modelos posteriores se inspiraron en él.
Luego de la Primera Guerra Mundial, cuando se hizo evidente que la principal utilidad del avión sería lanzar bombas, Santos Dumont cayó en una profunda depresión, agravada cuando se le diagnosticó esclerosis múltiple. En 1932 su depresión lo llevó a suicidarse en Guarujá, cerca de San Pablo. Alguien que soñaba con el día en que cada persona tuviera su propio avión no pudo entender que el principal uso de su invento se hubiera convertido en el de la destrucción a gran escala, de lo cual, en cierto modo, hasta llegó a sentirse culpable. Durante todo 2006, en Brasil se festejó “el año de la aviación” y en todo el mundo se rindió homenaje a su hazaña y a sus inventos.
La invención del reloj pulsera Otros premios coronaron la vida de Santos Dumont antes de que inventara el avión. En 1901 logró el premio Deutsch, establecido para quien lograra despegar su dirigible en el Parque Saint Cloud, rodeara la Torre Eiffel y regresase en menos de 30 minutos al lugar de partida. El vuelo se hizo con el tiempo justo y el aviador no supo si había logrado la hazaña sino hasta esa misma noche, durante la entrega de premios. Fue entonces cuando su amigo, el joyero Luis Cartier, le preguntó cómo era posible que no hubiera llevado un reloj -en ese entonces eran todos de bolsillo- para cronometrar el trayecto. Dumont le explicó que llevaba uno pero que tenía las manos demasiado ocupadas como para buscar entre sus ropas y mirarlo. Su amigo, entonces, le prometió solucionar el problema y diseñó lo que fue el primer reloj pulsera: el Cartier Santos, de forma cuadrada y con hebilla de cuero. El invento causó sensación y empezó a producirse en serie.
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